Recuerdos de risa

Se ríen de nosotros. Lo venía sospechando desde hace años, burdos oALopoez01bjetos de recuerdo ofrecidos a la salida de las exposiciones de los más insignes museos del mundo. Pero la visión de hoy, a la salida de la exposición «Realistas de Madrid» en el museo Thyssen Bornemisza, en esa suerte de bazar chino que tienen los museos para ofrecer al visitante amante del arte (o de su recuerdo) ha sido sublime. Mi familia y decenas de visitantes más, en turnos magníficamente organizados y en filas sin incidentes incluso en el guardarropa, hemos podido comer en ese pesebre del arte rápido en el que cualquier madame elogia a Antonio López por cada detalle del membrillo y le pone pegas porque cree que «abusa de la fotografía»granadas (tardó dos años en pintar «La terraza de Lucio» a la caza de la luz justa en cada instante, sepa usted, y fue de los de ejecución más ágil). Pues hete aquí que, para tan variado público, una lumbrera de la institución ha pensado que por qué no ofrecer de recuerdo un objeto del universo de los artistas, algo que hayan plasmado en sus obras y que la gente quiera poseer y recordar. Podría haber elegido material de escritorio, lavabos, tazas de váter, un teléfono años 60, cuchillas de afeitar… pero le pareció más excitante el recipiente que contenía las granadas junto a la ventana de Isabel Quintanilla: ¡platos Duralex! Pasmosa situación encontrarse tres pilas de platos hondos a modo de recuerdo en el afamado museo madrileño. Quizás las granadas no le fueron fáciles de conseguir, no es temporada. Atentos, pues, al día de mercado cuando se inaugure la gran exposición de bodegones flamencos.

duralex en el thyssen